13 de enero de 2015

Niños en el tiempo, Ricardo Menéndez Salmón


‘Que el mundo trascurre ajeno a nuestros anhelos y padecimientos; que precisamente porque el mundo permanece indemne ante cada pequeña catástrofe, son mi mundo, su mundo, nuestros personales e innegociables mundos los que se desmoronan.’ (p.16)

‘Es humano, demasiado humano, tener que seguir adelante cuando todo pronostica que la posteridad, el porvenir, el mañana, son lanzas clavadas en el costado de la cordura.’ (p.17)

‘(…) somos payasos que bailan al borde de precipicios.’ (p.40)

‘Pero la vida –la vida privada de los objetos y, con ella, la vida pública del mundo- seguía siendo lo que siempre había proclamado: una instancia ajena al deterioro de la conciencia, a su derrota y, en definitiva, a su extinción.’ (p.42)

‘La memoria asedia su edificio, el edificio de Tiempo, pero no lo expugna por completo. La memoria es en sí misma relato, sólo como relato tiene una esencia, un sentido, una razón. Y el relato exige escoger, tamizar, desechar.’ (p.71)

‘Cada vez que un hombre nombra el mundo por vez primera, el tiempo tiembla en su boca. Es un centro hirviente, un volcán cíclico, el viejo sueño de todos los pueblos: la palabra como mano que arranca el velo.’ (p.106)

‘Porque hay cosas que no se pueden decir, que sólo se pueden mostrar.’ (p.127)

‘La vida, escribirá Beda con palabras que parecen de mármol pero pesan menos que la lluvia, es un pájaro que sale volando de la oscuridad, aletea mientras cruza por un salón iluminado y regresa a la negrura de la que surgió. (p.161)

‘No creo que la literatura sea algo que tenga que ver con la felicidad o con el bienestar. Supongo que es algo que hay que hacer porque no queda otro remedio. Como respirar o comer. Si no respiras, mueres; si no comes, mueres. Hay personas, sólo unas pocas en realidad, que si no escriben, mueren.’ (p.165)

‘(…) toda persona guarda dentro de su corazón habitaciones en las que no desea mirar ni desea que nadie mire.’ (p.202)

‘(…) la palabra y la imagen son fracaso, sí, son condena, cierto, son sepelio, sin duda, pero que también son, sí, son para siempre y desde siempre, sí, son, en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad, en la soledad y en la compañía, han sido, son, serán siempre el último, el único, el irremediable equipaje.’ (p.216)


9 de enero de 2015

La velocidad de la luz, Javier Cercas


“(…) si aún no sabes lo que quieres decir pero estás tan loco o tan desesperado o tienes el coraje suficiente para seguir escribiendo, a lo mejor acabas diciendo algo que ni siquiera tú sabías que sabías y que sólo tú puedes llegar a saber, y eso a lo mejor tiene algún interés.” (p.55)

“Pero hablar mucho de uno mismo es la mejor manera de ocultarse.” (p.56)

“Todo el mundo mira la realidad, pero poca gente la ve. El artista no es el que vuelve visible lo invisible: eso sí que es romanticismo, aunque no de la peor especie; el artista es el que vuelve visible lo que ya es visible y todo el mundo mira y nadie puede o nadie sabe o nadie quiere ver. Más bien nadie quiere ver. Es demasiado desagradable, a menudo es espantoso, y hay que tener los huevos muy bien puestos para verlo sin cerrar los ojos o sin echar a correr, porque quien lo ve se destruye o se vuelve loco. (…) Por eso digo que el escritor es un chiflado que tiene la obligación o el privilegio dudoso de ver la realidad, y por eso, cuando un escritor deja de escribir, acaba matándose, porque no ha sabido quitarse el vicio de ver la realidad pero ya no tiene un escudo con que protegerse de ella. Por eso se mató Hemingway.” (p.61)

“(…) las cosas que tienen sentido no son verdad. Son sólo verdades recortadas, espejismos: la verdad es siempre absurda.” (p.103)

“Hoy, cuando un papanatas no sabe cómo cargarse una novela, se la carga diciendo que es sentimental. Los papanatas no entienden que escribir una novela consiste en elegir las palabras más emocionantes para provocar la mayor emoción posible; tampoco entienden que una cosa es el sentimiento y otra el sentimentalismo, y que el sentimentalismo es el fracaso del sentimiento. Y, como los escritores son unos cobardes que no se atreven a llevarles la contraria a los papanatas que mandan y que han proscrito el sentimiento y la emoción, es resultado son todas esas novelas correctitas, frías, pálidas y sin vida que parecen salidas directamente de la ventanilla de un funcionario vanguardista para complacer a los críticos…” (p.137)

“Lo raro es que todavía no hayas aprendido que escribir bien es lo contrario de escribir frases bonitas. Ninguna frase bonita es capaz de apresar la verdad. A lo mejor ninguna frase es capaz de apresar la verdad, pero…” (p.143)

“Volví a mi vida de subsuelo; dejé pasar el tiempo.” (p.178)

“Estaba más vivo que nunca, pero era como si estuviera muerto y la escritura fuese el único modo de evocar la vida, el cordón último que me unía a ella.” (p.230)


3 de enero de 2015

Lecturas de 2014

No sé el motivo, pero este año de lecturas me ha parecido ser penoso. Observo la lista de libros que he leído (unos cuarenta o cuarenta-y-tantos en total) y la sensación de desespero se apodera de mí. Quizá porque la intención de leer una gran obra durante este año (Proust, Mann, Cervantes o Tólstoi) se me ha escapado, volatilizado, y los libros que contemplo de la lista me parecen obras menores. Quizá porque este año no puedo decir de ningún libro que me haya marcado tantísimo que no haya podido dormir durante noches, que me obsesionara durante días y días. Aún así, reconozco haber leído alguna obra que me ha gustado. Y unas pocas, sí, son más que recomendables. He hecho tres pequeñas listas para ilustrar el año. Ahí van.
1. Obras que merecen mucho la pena (por orden de lectura):
- La insoportable levedad del ser (Milan Kundera). Parece que fue hace muchísimo tiempo que leí esta obra, pues te deja con una cierta sensación de distancia que se llena de una pesada carga de recuerdos leves de su lectura.
- El túnel (Ernesto Sábato). Absolutamente increíble esta obra. Recuerda al extranjero camusiano o al sentimiento de náusea de Sartre, pero con un toque romántico, un toque de sentimiento, que hace que el túnel sea más que profundo y que no se quede en la superficie sino que eche raíces en uno.
- El Sunset Limited (Cormac McCarthy). Esta obra habla de todo y de nada. De la nada que camina por la razón y del todo en el que confía la fe. De una razón tambaleante que se muestra firme en momentos puntuales y de una fe firme que se muestra meditabunda en momentos decisivos. Quizá excesivamente dicotómica, pero acierta en mostrar la lucha permanente entre la absurdidad del mundo para alguien razonable y el sentido pleno que le otorga la fe. Posiciones que parecen irreconciliables pero con las que algunos sobrevivimos.
- Rebelión en la granja (George Orwell). Me esperaba una fábula moral irónica y me encontré con una crítica demoledoramente sarcástica y genial. Tiene fragmentos tan grandes que al leerlos uno se remueve en el asiento. Las últimas dos páginas exigen ser leídas de pie y con actitud reverencial.
- Lolita (Vladimir Nábokov). Peligroso, sí, peligroso. Una obra que tiene ciertas partes surrealistas y un final algo flojo (opinión personal), pero que en conjunto es asoladora, a la vez que tiene una impertinente e inalterable voz que explica su impunidad ante todos los hechos y que justifica de maravilla aquello que de otra manera podría considerarse como algo atroz.

2. Autores a seguir y para dar una segunda oportunidad:
- Ricardo Menéndez Salmón. Sólo durante el verano, la lectura de dos de sus obras, ‘El corrector’ y ‘Medusa’, me han convencido de que es uno de los escritores en lengua castellana del panorama actual que vale la pena seguir. Una sorpresa y un bonito regalo navideño ha sido su último libro ‘Niños en el tiempo’, publicado durante este año.
- Rafael Chirbes. Otro autor de la malograda Sefarad que tiene buena pinta y del que todo el mundo habla bien. Aunque apenas he leído su primera obra, ‘Mimoun’, me ha dejado con un sabor agridulce. Lo intentaré con alguna de sus obras que se consideran ‘grandes’.
- Don DeLillo. Poético, ambiguo, extremadamente purista y algo incierto. Esa es la sensación que me ha dejado la lectura de una de sus obras, ‘Punto Omega’. Para una segunda oportunidad más clarificadora.
- Michel Houellebecq. El afamado autor francés, el autor maldito contemporáneo, el inconformista conservador y seguidor de Sarkozy. ‘Plataforma’ es una obra que tiene el título perfecto. Es una obra plana, sin grandes contratiempos, excepto al final, con pesadas páginas de planificación de turismo y aburridas y repetitivas escenas de actos sexuales. Houellebecq no necesita de eso para ser un buen escritor, pero parece saber que si lo añade gana más lectores, aunque eso convierta su constante y exacta escritura en algo más mediocre. Le sale a cuenta. Se le da una segunda oportunidad, por si las moscas. Porque parece entreverse genialidad por algún lado. Por si fuera un espejismo.
- Karl Ove Knausgaard. Todo un mes de paseos y lectura entrecortada hasta terminar ‘La muerte del padre’. Y, al final, no convence. Siento miedo al leer que es el Proust de la actualidad, pues aún no me he enfrentado al autor francés, porque la verdad es que no me lo creo. El libro está bien. Cuenta las cosas con una sinceridad pasmosa y tiene algunos fragmentos muy dignos. Pero, tiene más de un pero. Para asegurarme o para contradecirme quiero leer el segundo tomo de seis; ‘Un hombre enamorado’.

3. Pequeñas (grandes) decepciones:
- ‘El viejo y el mar’ (Ernest Hemingway). La ‘obra maestra’ que me pareció ‘obrita’. Quedo sin palabras. Frases cortas, a lo Hemingway. Existencia, muerte y lucha contra el mar. Decepción para el pescador. Y para el lector, pienso para mí.
- ‘El gran Gatsby’ (Scott Fitzgerald). Quizá porque desde mi posición de persona del pueblo llano no he podido ser capaz de disfrutar de las tormentosas relaciones de ricachones caprichosos ni de sus fiestas pomposas. El estilo de Fitzsgerald algo soporífero. La historia se aguanta apenas por cuatro pinceladas mediocremente dadas. Debiera llamarse El ‘pequeño’ Gatsby. No pasa de eso.